Si lo fuera, ¿qué más da? Pero, a la luz del primer resultado, incluso no lo es.
Según publicó el diario la Nación, de Paraguay, este jueves 2 de septiembre, el estudio de ADN hecho por Laboratorio Curie, excluye al presidente de Paraguay, Fernando como padre biológico del hijo de Hortensia Morán.
“El informe sobre la primera prueba de ADN, al presidente Fernando Lugo, señala que el ex obispo puede ser excluido como padre biológico del hijo de Hortensia Morán”, resalta la nota de La Nación.
Y plantea que “la directora del Laboratorio Curie de Asunción, que hizo la prueba, doctora María Teresa Martínez, aseguró que entregó el resultado de ADN, contenido en un sobre lacrado a la jueza Ana Ovelar. La profesional, recordó que la magistrada lo abrió y adjuntó al expediente de demanda por filiación que entabló Damiana Hortensia Morán al presidente Fernando Lugo”.
Y abundó: “Martínez señaló que el resultado emitido por el laboratorio, es resultado negativo con lo cual excluye los marcadores genéticos que deben coincidir del padre biológico. Aclaró además que no existe posibilidad alguna de que la quimioterapia haya alterado la composición sanguínea del Presidente”.
Hay que recordar que a poco de comenzado su mandato, al presidente de Paraguay le apareció una denuncia por una presunta paternidad no reconocida. Casi de inmediato, una segunda y una tercera. Y luego, éstas, se trasladaron al plano de la demanda legal, siguiendo el esquema: primero escándalo, después reclamo -lógico, de ser cierta la filiación- por no cumplimiento de los deberes paternos.
Un primer resultado desliga a Lugo, y aunque faltan dos más, no es difícil imaginar que como tantos otros “explosivos” episodios que se dieron durante su mandato, podrían estar… ¿montados?... mejor decir, quizá, ¿exagerados?...
Y es que más allá de que sea o no el padre de los tres hijos que se le atribuyen, Lugo es sin duda, y no hace falta adn que lo compruebe, el padre de un cambio en Paraguay. Es la bisagra que empieza a cerrar la puerta a décadas de hegemonía de un partido colorado que cada vez fue alejándose más de sus preceptos fundacionales, para convertirse en una suerte de monarquía hereditaria.
Los hijos no reconocidos, una situación con categorización de atroz pecado en un Paraguay (sobre todo en apariencias) muy religioso, eran el golpe perfecto para un presidente que, además, había transitado su vida en las sendas de la Iglesia Católica, y que como Obispo de San Pedro, se había enfrentado a los escandalosos gobiernos que lo precedieron, erigido por la sociedad, casi al nivel de un emblema de la transparencia.
Pero eso no surtió el efecto deseado, ni en principio. Ni hablar, ahora en la perspectiva.
Y tampoco “prendió” el discurso del rebrote revolucionario en el norte del país. Bastó decisión política y despliegue de tropas para que los campesinos de los que nunca se acuerdan los diarios tuvieran un lugar en las primeras planas para reírse de la (¿nada más que eso?) credulidad de los legisladores del país.
Pero claro, para muchos, Lugo es una piedra en el zapato. Es el ex obispo sin partido, que ocupa un lugar por el que tironean los colorados desplazados, los oviedistas más reaccionarios que la van de populistas, y los liberales, que acompañaron el cambio, pero silenciosamente empiezan a ensayar cómo les caerá la banda presidencial al pecho.
Un Paraguay que comienza lentamente a despertar, y que empieza a darse cambios internos que se van percibiendo de a poco, es el Paraguay que tiene que llegar fortalecido al bicentenario de agosto de 2011.
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