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martes, 26 de julio de 2011

Informe Especial, “Trata de Mujeres en Argentina”: Uno – El punto de partida


“Una frase resume acabadamente la mirada que, hasta no hace mucho tiempo, era una de más extendidas en el imaginario colectivo acerca de la prostitución: “es el oficio más viejo del mundo”.”, comienza diciendo el capítulo 2, de una monografía presentada recientemente en la Universidad John F. Kennedy, Alba S. Alvarenga Casco.1
Y añade: “Con algo tan sencillo como una frase, que se convierte como bien lo explicara Herbert Marcuse en “El hombre unidimensional”, en un cierre del universo del discurso, se naturalizó un concepto que comenzó a ser revisado en las últimas décadas”.
Para Alvarenga, “primero fue el turno de los movimientos feministas, y sus reivindicaciones de género. Más recientemente, la cada vez mayor conciencia sobre la existencia de delitos como la privación de la libertad y la coerción detrás de la prostitución, en un porcentaje elevado de los casos, contribuyeron a que la mirada “social” sobre el fenómeno perdiera parte de la liviandad que la vino acompañando en el siglo XX”.
Y asegura que “este cambio de paradigma respecto a la oferta de servicios sexuales y el trasfondo que existe detrás de ellos aún no se ha modificado todo lo profundamente que cabría imaginar, en un mundo actual donde cada vez cobra mayor dimensión la difusión de los modus operandi de las redes de tráfico de personas”.


Un decreto presidencial que prohibió la publicación de avisos de oferta sexual en los diarios, puso en primer plano un tema que se viene discutiendo desde hace tiempo, pero que no termina de ser asimilado por la sociedad en su conjunto, pese al creciente número de denuncias sobre la desaparición de jóvenes y mujeres, en muchos de los casos, con la certificación documental de que fueron desapariciones forzosas.
A nivel mundial existen datos que son presentados periódicamente por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que dan cuenta del impacto de este delito: el de la trata de personas en términos generales, que lleva implícita la trata de mujeres con fines de explotación sexual.
Para la ONU, la trata de personas es uno de los tres delitos más extendidos en el mundo, junto a la venta ilegal de armas y la venta ilegal de drogas.
“A diario, y en todo el mundo, miles de personas simplemente “desaparecen”, para convertirse tanto en esclavas sexuales, como para formar parte de la explotación laboral en condiciones de esclavitud y servidumbre”, dice Alvarenga en su trabajo, citando datos de Naciones Unidad que establecen que si bien entre las formas de trata de personas están los fines de tráfico de órganos y la explotación de niños para la mendicidad o bien la guerra, “hasta un 80 por ciento de las víctimas de la trata de personas son mujeres y niñas”.
Los medios de comunicación se han venido sumando de manera progresiva a la difusión de la existencia de delitos detrás de la oferta sexual, no siempre venciendo correctamente las contradicciones inherentes a sus propias estructuras, como la dicotomía entre origen de la información/origen del financiamiento.
En la actualidad, de la mano de las redes sociales, las nuevas formas de comunicación como el correo electrónico y las cadenas de mensajes de telefonía celular, la información sobre la existencia de delitos detrás de la oferta de servicios sexuales va a adquiriendo una nueva dimensión, aunque no exenta de las imprecisiones propias de la masificación de la información.
Para Alvarenga, “en el escenario actual de una sociedad hipercomunicada, muchas veces la difusión de información parcial, errónea, o confusa, genera el riesgo cierto de un aporte mayor a la desinformación, que al esclarecimiento social respecto de un delito que en las últimas décadas parece haber cobrado nuevas fuerzas, y plena vigencia”.
Tomando como base la consideración de Alvarenga, vale señalar que la existencia en el imaginario colectivo de un concepto por el cual la prostitución es igual a decir “el oficio más viejo del mundo”, muchas veces se pierde de vista que toda mujer que se prostituye es esclava en cierta medida.
Esto se retrotrae al inicio mismo de esta “profesión” tan antigua como el mundo mismo.
Y es que más allá de los casos en los que el ejercicio de la prostitución se realiza tras la coerción por parte de los tratantes y proxenetas que mantienen cautivas a sus víctimas, el hecho mismo de que muchas mujeres opten por esa forma de vida, aún cuando crean hacerlo en forma voluntaria, habla a las claras de una inequidad instalada y aceptada como normal en las sociedades modernas.
Pero cuando esas situaciones se traducen en un delito, en el cual una mujer (o una joven) es obligada a ejercer la prostitución, el escenario es mucho más aberrante, ya que para que ese delito exista es necesaria una estructura de poder que lo permita, y en la cual indefectiblemente están incluidos los tres poderes de un Estado, pero también las fuerzas de seguridad.
Y donde también el rol de la sociedad en su conjunto es clave: la indiferencia permite el sostenimiento de esta moderna forma de esclavitud, y también su avance.
A lo largo d sucesivas entregas, desde Los Lanzallamas se buscará bucear todo lo profundo que sea posible en las turbias aguas de esta modalidad delictiva que, tal como muchas organizaciones vinculadas al tema lo hacen, puede equipararse a las desapariciones forzadas de personas durante las dictaduras militares de América Latina.
Y es que los entornos familiares de las jóvenes secuestradas por las redes de trata viven la misma incertidumbre que los familiares de las víctimas secuestradas por las sangrientas dictaduras militares: no se sabe dónde están sus seres queridos, no hay a quién reclamar, nadie tiene datos, casi nunca regresan, pero tampoco es posible conocer su destino, aún cuando el desenlace al enigma sea la peor de las alternativas.


1-Alba Susana Alvarenga Casco es psicóloga graduada en la Universidad Nacional de Asunción, Paraguay. En el mes de junio de 2011 presentó un trabajo de investigación en la Universidad Argentina John F. Kennedy, titulado “La trata de mujeres en Argentina”, del que fueron tomados los fragmentos.
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