
(Por Santiago Aguirre*) Se decía que el petróleo era bueno para el dolor de huesos”. Lo recuerda Mercedes Jiménez, quien vive sobre lo que fue el pozo de explotación número 20, en Lago Agrio. La casa de esta lojana, quien llegó al Oriente por la sequía de 1968, es la primera parada del Toxic Tour que hace el Frente de Defensa de la Amazonía para mostrar el daño que causó la petrolera Texaco entre 1964 y 1990.
Mercedes recogía el petróleo en las piscinas de residuos petrolíferos que tenía a la vista y se lo llevaba a sus amigas para que se alivien de la dolencia de los huesos. Esas piscinas que estaban en Orellana y Sucumbíos (916, según el Frente de Defensa de la Amazonía) fueron cubiertas con tierra y Texaco, que fue absorbida por Chevron en 2001, se marchó del país diciendo que invirtió 40 millones de dólares en la recuperación ambiental de la zona. No solo fueron las piscinas. El guía del Toxic Tour cuenta que la petrolera regaba crudo sobre las vías para asentar el polvo y la lluvia lo arrastraba hasta los ríos. Los ríos y esteros de la zona también fueron el destino de las aguas de formación (mezcla de agua, gas y elementos tóxicos) que sacaban de los pozos.
El recorrido del Toxic Tour lleva a las viviendas de los cofanes, una de las comunidades indígenas donde se instaló el pozo de explotación Dureno 1.
Eduardo Chapal, profesor de la escuela, dice que su gente “se muere de cosas que ni los shamanes pueden curar”. Se refiere al cáncer que ha afectado a unas 2.000 personas en la zona.
El Frente de Defensa de la Amazonía, que representa a los indígenas y colonos afectados por Texaco-Chevron, inició una batalla judicial hace 17 años. El juicio se inició en 1993 en Nueva York y llegó a las cortes ecuatorianas en 2003. El proceso tiene 180 mil hojas que argumentan que la petrolera debe pagar 27.300 millones de dólares a los habitantes de las zonas afectadas. Los defensores de la Amazonía quieren simplemente que se haga justicia y que Texaco-Chevron pague por los daños que causó al medio ambiente y se reconozca que el petróleo no era tan bueno como se hizo creer.
*Santiago Aguirre es licenciado en Comunicación Social, fotógrafo y diseñador gráfico. Cursó estudios de fotografía de manera independiente en Quito, Ecuador.
Publicado en El Telégrafo (Ecuador)
Mercedes recogía el petróleo en las piscinas de residuos petrolíferos que tenía a la vista y se lo llevaba a sus amigas para que se alivien de la dolencia de los huesos. Esas piscinas que estaban en Orellana y Sucumbíos (916, según el Frente de Defensa de la Amazonía) fueron cubiertas con tierra y Texaco, que fue absorbida por Chevron en 2001, se marchó del país diciendo que invirtió 40 millones de dólares en la recuperación ambiental de la zona. No solo fueron las piscinas. El guía del Toxic Tour cuenta que la petrolera regaba crudo sobre las vías para asentar el polvo y la lluvia lo arrastraba hasta los ríos. Los ríos y esteros de la zona también fueron el destino de las aguas de formación (mezcla de agua, gas y elementos tóxicos) que sacaban de los pozos.
El recorrido del Toxic Tour lleva a las viviendas de los cofanes, una de las comunidades indígenas donde se instaló el pozo de explotación Dureno 1.
Eduardo Chapal, profesor de la escuela, dice que su gente “se muere de cosas que ni los shamanes pueden curar”. Se refiere al cáncer que ha afectado a unas 2.000 personas en la zona.
El Frente de Defensa de la Amazonía, que representa a los indígenas y colonos afectados por Texaco-Chevron, inició una batalla judicial hace 17 años. El juicio se inició en 1993 en Nueva York y llegó a las cortes ecuatorianas en 2003. El proceso tiene 180 mil hojas que argumentan que la petrolera debe pagar 27.300 millones de dólares a los habitantes de las zonas afectadas. Los defensores de la Amazonía quieren simplemente que se haga justicia y que Texaco-Chevron pague por los daños que causó al medio ambiente y se reconozca que el petróleo no era tan bueno como se hizo creer.
*Santiago Aguirre es licenciado en Comunicación Social, fotógrafo y diseñador gráfico. Cursó estudios de fotografía de manera independiente en Quito, Ecuador.
Publicado en El Telégrafo (Ecuador)
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