(Por F.S.*) María Lorena Santángelo es una mujer de 40 años que no trabajó en la ex papelera Massuh, y que tampoco entendía de cuestiones de economía, riesgo empresarial, fideicomisos o jubilaciones anticipadas. Sin embargo, de la noche a la mañana, la actual Papelera Quilmes se convirtió en el centro de su vida.
María Lorena Santángelo es esposa de un hombre de 45 años que sí trabajó en la empresa Massuh hasta la quiebra, y lo hizo después en la Papelera Quilmes que sostuvo con un fideicomiso el Gobierno Nacional. El mismo hombre que ahora ve peligrar no sólo su actual fuente de trabajo, sino la posibilidad de encontrar un nuevo empleo en el futuro.
Pero también, María Lorena Santángelo es la madre de una nena de 8 años, que tiene retraso madurativo y retraso agudo en el habla, que requiere tratamientos y medicación, y para quien contar con una obra social es fundamental para sobrellevar esa situación, que de otra manera sería imposible de pagar.
Y es por eso que la noticia, hoy, es ella. Es María Lorena Santángelo y no su esposo. Porque la mujer decidió que debía salir a contar su historia, que no es ni más ni menos que la de uno sólo de los que de un momento a otro pueden convertirse en ex trabajadores de la ex papelera Massuh. Demasiados ex para una sola oración.
La mujer y su esposo se casaron en el '92, y hace ocho años tuvieron a su primera hija, a quien a los seis meses de vida le diagnosticaron autismo. Hasta entonces, María Lorena trabaja en un laboratorio fotográfico, y su esposo, como desde antes, aún, de que ella lo conociera, era empleado de Massuh.
Eran tiempos en que los que, recordó, ser empleado de una papelera, y en particular de que está ubicada en Quilmes Oeste, era toda una definición. Quizá como ahora. Pero mientras que ahora halar de la ex Massuh es referirse a la desidia de los privados, primeros, y del Estado, después, en aquellos tiempos la misma referencia traía a la mente la imagen de un obrero con la frente alta, capaz de sostener a su familia, y llegar a la casa orgulloso al cabo de la jornada laboral.
En 2004 y 2005, cuando Massuh generaba enormes dividendos en un país cuya economía crecía tras la debacle de 2001, Santángelo tuvo que dejar definitivamente de trabajar para dedicarse a su primera hija.
La chica, con dos años y medio, comenzó a hacerse estudios genéticos para determinar el origen de la patología, que finalmente nunca fue descubierto.
Con medicamentos, tratamientos de rehabilitación, y su ingreso en el Jardín de Infantes Nº 936 de Bernal, que promueve el trabajo de integración de chicos con capacidades diferentes, el autismo de la pequeña fue trocando en sus actuales retraso madurativo y retraso agudo del habla, aunque se logró que pudiera tener mucho más contacto con su entorno.
Cinco años después de su primera hija, llegó la segunda para el matrimonio de María Lorena y su esposo, que seguía siendo empleado de la papelera Massuh. Aunque el hombres escuchaba rumores sobre los malos manejos que se estaban dando a nivel de la conducción de la empresa, y la realidad del personal no era la de antes. Aún así, era un empleado que lograba sostener a su familiar.
La pulseada contra la adversidad
Desde que se inició la crisis con la conducción de la Papelera Massuh, y empezaron los atrasos en los pagos, y los problemas internos, y hasta que la planta volvió a producir, en el marco del fideicomiso dispuesto por el Estado Nacional, Marcelo, el esposo de María Lorena Santángelo sufrió cinco picos de estrés.
El último pico de estrés sumó, además, un infarto. Y llegó el 14 de junio, exactamente la misma fecha en que su hija mayor cumplía años. Un mes más tarde, Marcelo fue operado, le practicaron dos by pass y una angioplastía.
En la empresa iba quedando definitivamente atrás la etapa de Héctor Massuh en la papelera que llevaba el apellido de su familia, y nacía la Papelera Quilmes con la intervención de Secretario de Comercio Interior de la Nación, Guillermo Moreno.
Pese a la crisis que había tenido que sortear Marcelo, María Lorena y las hijas de ambos, veían encaminarse otra vez las cosas. La papelera reabría, después de una fuerte lucha. Y la promesa de Guillermo Moreno era el acompañamiento durante al menos un año, mediante el fideicomiso.
Sin embargo, hace algunas semanas la crisis volvió a instalarse en la papelera, y la papelera se instaló en los medios. El secretario de Comercio Interior había anunciado el fin del fideicomiso, y propuesto drásticas medidas como la cooperativización del personal con salarios de 1500 pesos mensuales, pero no sin antes un centenar de desafectaciones.
El día en que Massuh bajó la persiana por segunda vez, falleció la madre de Marcelo, y fue enterrada en la jornada siguiente. Hoy, en el edificio no hay teléfono, ni gas, ni luz, y las carencias que se viven en el edificio, son las mismas que cada uno de los empleados y sus familias sienten con respecto al rol que el Estado les había prometido desempeñar, y que no cumplió.
Así como no hay gas, no hay luz y no hay teléfono en la planta, María Lorena siente que todas las esperanzas se apagan también para su familia, y tampoco tiene cómo comunicar lo que vive.
Sabe que su esposo, en función del problema cardíaco que la propia empresa le provocó con sus disgustos, no podrá emplearse nuevamente. Y sabe que será difícil lograr una jubilación por incapacidad por esos mismos problemas de salud.
Marcelo, que desde hace 26 años es bombero voluntario, está próximo a jubilarse en esa función, pero claro, las necesidades de su esposa y sus hijas no pueden esperar a que se cumplan los plazos para acceder a ese beneficio.
"Hay versiones de que podría comprarla (a la ex Massuh) otra empresa", dijo María Lorena. "Pero", reflexionó, "la única papelera lo suficientemente grande como para poder hacerlo es Ledesma, pero sus propietarios son parientes de Héctor Massuh, y de hecho, en el directorio de la Papelera Massuh estaban Héctor, su hermana, y un Ledesma".
La otra versión es la de la posibilidad de que llegue la editorial Estrada, para imprimir libros de texto.
Sin embargo, María Lorena no puede pagar los tratamientos de su hija con versiones. No le aceptan discursos de políticos como moneda de cambio en cosas tan cotidianas como la panadería, la carnicería o la verdulería.
Y ella misma ironizó: "si no hay una solución, yo misma voy a juntar las facturas de los servicios que se me vencen en la casa, la luz, el gas, el teléfono, y se lo voy a llevar todo en un sobre a Guillermo Moreno para que los pague él, porque mi marido y el resto de los empleados de la papelera quieren trabajar, nada más que eso, y no los dejan".
"Mi historia no es la única, porque hay un empleado que tiene un nene cuadripléjico, y otro trabajador mayor que tiene un hijo adolescente con un retraso. Y son los que conozco. Y probablemente haya más, o haya otros problemas y otras necesidades", puntualizó María Lorena Santángelo.
Y dijo que "aún así, nadie salió a pedir nada que no fuera trabajo. Y eso, trabajo, es justamente lo que nos están negando desde la Secretaría de Comercio Interior, desde el Ministerio de Trabajo, y desde todos los estamentos del Estado desde los que podrían ayudarnos".
(*) Esta nota fue escrita para el diario Perspectiva Sur (Quilmes, Argentina), y fue publicada en este viernes 21.
Buscar en este blog
Seguí cada vez mejor informado
viernes, 21 de mayo de 2010
El otro lado de la crisis de la papelera Massuh: detrás del cierre de una empresa, la historia de una familia
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
es verdad todo lo que dicen aparte de que no tienen a nadie que nos representen porque no le preguntan a hector urbenovich de como cambio sus categorias para cobrar mas o de como tres de los 5 delegados estan trabajando en el ministerio de trabajo si lo hubiesen conseguido bien no habria problema el tema es que jodieron a mas de 300 personas ¿como pueden dormir por las noches? ojala ellos dios los este mirando.
ResponderEliminar