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martes, 9 de agosto de 2011

Informe Especial, “Trata de Mujeres en Argentina”: Tres – Historia de la trata en la Argetina


Hecha la ley, hecha la trampa. Bien podría definirse de esa manera la historia de la trata de mujeres en la Argentina, ya que con la llegada misma de los conquistadores españoles, las mujeres se convirtieron en “botín de guerra” distribuido entre los vencedores de las avanzadas contra las comunidades originarias.

Muy poco después, con la formación de estructuras legales en representación la Corona española en estas tierras, se vio nacer a las primeras regulaciones que imponían penas a la comercialización de mujeres, así como la explotación por parte de un “administrador” o proxeneta. Esos castigos, que podían llegar a la muerte, al menos en la fría letra de los decretos virreinales, no encontraban su correlato en la realidad.

Y de hecho, la historia no ha legado en sus anales testimonios concretos de integrantes de aquel Buenos Aires virreinal que hayan sido ajusticiados por explotar sexualmente a mujeres.

“En el año 1797 una población de reclusas inglesas viajaba a una colonia penitenciaria de Australia, pero recaló en el Río de la Plata tras un motín a bordo del barco que las conducía. La mayoría de las mujeres se quedó en Buenos Aires para ejercer la prostitución, sometiéndose a rufianes extranjeros que ya se habían instalado en Buenos Aires. Aún no habíamos nacido como Nación: la trata de blancas mediante la explotación de la prostitución ajena precedió al nacimiento de la Patria”, reseña la página web del Ministerio de Justicia de la Nación, de Argentina.

Pasados los confusos años de la construcción de una nación, en las décadas siguientes a la Revolución de Mayo de 1810, la imagen de la Argentina próspera que irradiaba el país, convirtieron a esta parte del Río de la Plata en un verdadero imán para las primeras redes de tráfico internacional de personas que llegaron a operar en el país, la menos, de las que se tengan datos certeros.

Avances en materia de legislación como la avanzada ley de abolición de la esclavitud y de la libertad de vientres, que se dieron entre la Primera Junta y el Directorio del Año XIII (1810-1813), quedaron relegados en la práctica.

En un país de definición federal, pero de práctica centralista, que la mayor parte de los datos refieran a los sucesos ocurridos en las grandes urbes como Rosario, Buenos Aires o Córdoba, y la injerencia en ellas de las redes internacionales, invisibiliza situaciones que se dieron a lo largo y a lo ancho de la geografía argentina.

Independientemente de todas aquellas situaciones de trata de personas, de comercio y explotación sexual que no eran tenidas por tales en siglo XIX y comienzos del siglo XX, pero que proliferaban en ciudades del interior del país, fueron los desarrollos industriales los que también se convirtieron en núcleos de trata de personas.

La explotación forestal en las provincias de Santa Fe y Chaco, la explotación azucarera en Tucumán, la industria yerbatera en las provincias de Corrientes y Misiones, o más recientemente, la industria petrolera, en el sur del país, llevaron implícita la presencia de la trata de personas. En todos los casos, con fines de explotación laboral, pero también con el aditamento de la explotación sexual de las mujeres que, al no poder (o no querer) vender su fuerza de trabajo a la par de los hombres, se ponían a la venta ellas mismas como mercancía sexual.

En 1875 se reglamentó la actividad de los prostíbulos en Buenos Aires. La ley local prohibía la actividad a las mujeres menores de 18 años, pero con una excepción sorprendente y escalofriante. La hipocresía de la sociedad de entonces autorizaba legalmente el ejercicio de la prostitución a niñas menores de edad si habían sido iniciadas tempranamente. Paradójicamente no era autorizada a casarse una joven hasta cumplir los 22 años si no obtenía el consentimiento del padre. Si éste se hubiera muerto o estaba impedido el juez autorizaba el matrimonio de la menor, pero frecuentemente la denegaba.

Entre 1875 y mediados del siglo XX, la prostitución era considerada un “mal necesario” y la reglamentación estatal era la política dominante: se ejercía bajo el control de los municipios y de la policía.

Tras la batalla de Pavón, por los años de 1870, el gaucho es perseguido y condenado por cualquier cosa. El “Martín Fierro” denuncia las desgracias que le sobrevienen al gaucho cuando resiste la leva de tropas para los fortines. Ya sea reclutado compulsivamente para integrar la tropa que deberá ejecutar la política de exterminio de los pueblos originarios, ya sea que el gaucho se fugara antes de la leva, siempre dejará a su familia en el desamparo. A menudo la mujer deberá “… malvender al final su conducta y su honra para regodeo de algún juez de paz, de algún milico con grado, de algún señor terrateniente o de algún codicioso cuya fortuna - bien o mal habida- asegura absoluta impunidad para el fomento de sus inclinaciones eróticas”.

Otras mujeres irán a las ciudades para servir en “todo” a su patrón y, otras, engrosarán los burdeles orilleros: serán la mercancía más barata y menos solicitada por los solitarios inmigrantes, una vez llegadas las europeas, blancas y elegidas por su belleza, para el mayor rinde del negocio.

Algunas publicaciones, como “El Puente de los Suspiros”, que fue rápidamente clausurada, intentaron denunciar el naciente comercio de mujeres.

Pero no tardó mucho tiempo en organizarse la actividad de la trata a gran escala. Los rufianes nativos se conformaban con ganancias relativamente módicas: explotaban sólo una o dos mujeres en forma personal.
Pero los delincuentes de origen europeo (franceses, rusos, polacos, rumanos) veían en el “negocio” una gran empresa trasnacional que asumiría sorprendentes niveles de organización, poder económico y político, creciendo así su capacidad de corromper a las autoridades y alcanzar sus designios con menos y menos obstáculos legales y prácticos.


La Milieu

Para finales del siglo XIX la prostitución francesa intensificaba su oferta por la consolidación de las clases altas. Los tratantes judíos se ubicaban en segunda línea muy por delante de los italianos que seguían el modelo siciliano, relegando al último lugar a los proxenetas criollos.

Los traficantes franceses venían ya alimentando las redes de prostitución de los países vecinos (Bélgica, Holanda); luego se expandieron a Rusia y Egipto hasta que descubrirán el “mercado” americano.

La MILIEU, organización no jerárquica integrada por marginales y delincuentes franceses, ha sido menos investigada que su gran competidora, la Sociedad Israelita de Socorros Mutuos ‘Varsovia’, Zwi Migdal.
Los integrantes de la Milieu tienen cómplices en todas partes. Necesitan a veces documentación falsa para las muchachas menores. Se las embarca clandestinamente con la ayuda de personal de abordo que “guarda los paquetes” (así las llaman) en calderas apagadas, disfrazadas de fogoneros, en tubos de aireación, en cofres de salvavidas. Sólo salen por la noche a tomar aire.

A diferencia de la Zwi Migdal, la Milieu no es una organización vertical ni estructurada.

La Milieu es el “principado de los marginales”, como un estado dentro de otro estado; han roto las relaciones con los poderes públicos.

El funcionamiento del “negocio” se llevaba con principios y reglas que estructuraban una suerte de “moral” interna a la Milieu: “…No permitir que se golpeara a uno más débil. Dejarse arrancar las uñas, una por una, antes que entregar a un compañero…”

La organización asumía la prostitución como una actividad productiva más, Tomaban en cuenta las inversiones: traer de remonta a la mujer o comprarla en el mercado local, el alquiler de la casa, el mantenimiento de la dueña de casa, el servicio doméstico, las multas, los regalos y por supuesto, las coimas a la policía.

Los caftén de la Milieu se sienten protectores de sus “pupilas”; las visten, les enseñan el buen gusto por la ropa, por la higiene, a ser ahorrativas y mandar dinero a su familia, las alejan de los vicios y las diversiones y de la “malas compañías”. La relación que se establece entre el rufián y la mujer explotada alcanza un nivel tal de perversidad que ella ya no podrá concebir otra vida que no sea sometida a su “marido”: ha perdido toda noción de libertad pues el sometimiento le garantiza su “vida” y sólo vislumbra temores en el afuera, en el mundo de la libre contratación del trabajo con sus riesgos y miserias.



La Zwi Migdal

La primera red de traficantes locales surgió en 1889 y estaba integrada por delincuentes de origen judío.

Las mujeres “importadas” a fines del siglo XIX y principios del XX provenían de Europa central y Rusia. A causa de la pobreza y la persecución religiosa que sufrían, sus padres las vendían a rufianes que fraguaban un matrimonio religioso entre la mujer explotada y explotador. Éste la ponía a trabajar en su beneficio o la vendía a otro proxeneta. Las mujeres, al casarse con un extranjero, perdían su ciudadanía de origen y, entonces, ya no podían reclamar a las autoridades consulares de su país.

La Sociedad de Socorros Mutuos "Varsovia” que servía de pantalla a la organización judía de “tratantes de blancas”, como se conocía entonces al delito.

La Zwi Migdal (nombre adoptado después por la Varsovia), es el antecedente más remoto de que se tengan datos respecto a la operatoria de una banda dedicada a la trata de personas en país, y con ramificaciones a nivel mundial.

Como bien lo desnuda la copiosa información al respecto brindada por distintos trabajos de investigación, crónicas periodísticas y bibliografía, la operatoria de la Zwi Migdal en la Argentina de fines del siglo XIX y principios del siglo XX también puso en evidencia las estrechas relaciones entre las redes de tratas de personas, poder político, jueces y fuerzas de seguridad.

Por entonces, las víctimas eran las mujeres europeas que, presas del hambre y el horror de la guerra, eran blanco fácil para los traficantes.

En el país, además de la organización judía, operaban desde mediados a fines de la década de ’80, en el siglo XIX, operaban otros grupos.

La desarticulación de la organización más poderosa de trata y explotación sexual transformó la situación, aunque no puede decirse que la esclavitud sexual desapareciera.

En enero de 1935, en la ciudad de Buenos Aires, por decreto municipal se cerraron los prostíbulos. Proliferaron entonces en los lugares de la provincia linderos a la ciudad de Buenos Aires.

Al poco tiempo la Municipalidad de Avellaneda también ordenó la clausura de los lupanares. Las mujeres abandonan las casas, pero los rufianes actuaron con sumo rigor, apresando a algunas trabajadoras sexuales y llegando al caso de hacerlas desaparecer o asesinar.

La prostitución se ejercía de modo disimulado en cabarets, cafés, restaurantes y las mujeres solían tener arreglos con hoteles céntricos. La ausencia de controles sanitarios, la mala alimentación y la crisis social produjo un fuerte aumento de los casos de sífilis, enfermedad de transmisión sexual grave y terminal hasta la aparición de la penicilina en 1945.

En 1944 se volvieron a permitir los prostíbulos en zonas cercanas a cuarteles militares, pero luego se expandieron por todas partes recrudeciendo otra vez el rufianismo. La nueva disposición fue luego ratificada por ley 12.912 de 1946.

En 1954 se reabren prostíbulos, medida que durará hasta el golpe militar que usurpará el gobierno constitucional el 6 de septiembre de 1955. La sombra constante del rufianismo no desaparecerá.

Además de la prostitución ocasional que ejercen ciertas mujeres para mejorar sus ingresos, sean o no de condición humilde, desde el 24 de junio de 1965 rige la ley 16.666 por la que el ejercicio de la prostitución es libre y no sujeta a forma alguna de reglamentación. Está en vigencia actualmente.



El presente

Durante lo que va del siglo XXI, la trata de mujeres y niñas con fines de explotación sexual se ha incrementado en una elevada proporción.

En 2007, un año antes de la sanción de una ley nacional que tipificara el delito de la trata de personas en la Argentina, y según un informe de la Oficina para el Monitoreo y Lucha contra el Tráfico de Personas (2007), “la falta de una ley nacional contra la trata de personas impedía la recolección de datos y estadísticas a nivel nacional y [hacía] difícil evaluar los esfuerzos argentinos en contra de la trata de personas”.

La periodista Sandra Chaher, directora del portal Artemisa Noticias y especialista en periodismo de género, señalaba en 2006, y en referencia a la dimensión de la problemática de las redes de trata en la Argentina, que “puede asegurarse que dentro de Latinoamérica, Argentina ha sido y es uno de los países donde operan muchas redes de Trata. Luego de la crisis económico-política del 2001 y debido a la devaluación de la moneda, esta situación podría haberse modificado para las extranjeras que vienen al país. Sin embargo, el porcentaje de mujeres inmigrantes se ha mantenido desde la década del ‘90 y, además, se ha producido un incremento del negocio de la Trata en los últimos cuatro o cinco años”.

En 2007, los informes de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), estimaban la Trata en cuatro millones de mujeres reclutadas cada año y dos millones de niñas en todo el mundo.

En la actualidad, las organizaciones civiles dedicadas a luchas contra las redes de tráfico de personas y delitos sexuales, barajan cifras que van desde las 500 a las 800 mujeres y jóvenes desaparecidas desde el retorno de la democracia, en 1983, y que, aseguran, habría pasado a engrosar las nóminas de víctimas de la explotación sexual por parte de las redes de trata.



Fuentes:

Monografía “Trata de mujeres en Argentina”, Alba S. Alvarenga Casco (Psicóloga – Univ. Nacional de Asunción, Paraguay)

Entrevista a Osvaldo Tondino, presidente de la Federación de Entidades de Fomento de Quilmes

Ministerio de Justicia de la Nación – Web oficial

“La polaca”, Myrtha Schalom, Grupo Editorial Norma. Julio 2003

Historia de la prostitucion en Argentina - 1870 a 1940, Roberto Julio Gómez, Universidad Nacional de Mar del Plata.

“Argentina, derechos humanos y sexualidad”, Mónica Petracci y Mario Pecheny, Editorial Cedes. 2007

Entrevista periodística a Sandra Chaher, directora del portal Artemisa Noticias

“El Negocio de la Trata en la Ruta del Petróleo”, Observatorio Petrolero Sur.

Artemisa Noticias – Portal web (www.artemisanoticias.com.ar)

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