La lógica indica que ante un incendio, se debe buscar extinguirlo con agua. O cualquier otro elemento que, cuando menos, sea claramente diferente del fuego.
Sin embargo, esa lógica que comprende cualquier ciudadano, parece no ser compartida por los gobiernos europeos inmersos en la crisis.
Los dos casos más graves son los de Grecia e Italia, pero no los únicos.
En medio de una crisis de enormes proporciones, que tiene a varios países y sus economías contra las cuerdas, parece que las exigencias de los grandes centros de poder económico siguen primando.
Pero hablar de economías y países contra las cuerdas, no es sólo hablar de indicadores abstractos, de los tan mentados mercados, o de los famosos “números en rojo”. Es, lisa y llanamente, hablar de personas de carne y hueso. Seres humanos que pierden su empleo, que de un plumazo ven desaparecer todo lo que han conseguido a fuerza de una vida de sacrificios, que ven menguar la calidad de la atención que reciben en salud y en educación, cuando no la pierden completamente.
No se trata de bolsas que caen, sino de niños que pierden la sonrisa, porque sin que entiendan el cómo ni el porqué, en sus casas todo ha cambiado en apenas cuestión de días.
Pero para hacer frente a esa crisis que han generado los grandes grupos económicos, y en especial los bancos franceses y alemanes, los países siguen las absurdas recetas de más ajuste que esos centros de poder (y sus caras visibles: Nicolás Sarkozy y Ángela Merkel) imponen.
Así, tras la caída de Silvio Berlusconi, una figura de por sí poco saludable para Italia, el reemplazo no alienta grandes esperanzas, porque se trata de Mario Monti.
Monti fue designado por el presidente de Italia, Giorgio Napolitano, quien le encargó la formación de un nuevo gobierno “que ataje la crisis que dejó Italia al borde de la quiebra”, dice el diario
Pero Monti no sólo es un economista que llega para ocupar un lugar que corresponde a un político. Es un hombre con antecedentes que deberían alarmar, antes que traer calma.
Monti, de 68 años, es un tecnócrata, que fue durante diez años comisario europeo. Dice
Y considera, el mismo diario, que “Italia deberá poner fin a la fase de inestabilidad financiera y aliviar el acoso de los mercados”.
“Los mercados”. Los mercados que no son otra cosa que especuladores de carne y hueso que en lugar de orientar sus divisas al mundo de la producción y el desarrollo, las conducen a la especulación financiera. Generan enormes burbujas especulativas, y cuando el resultado es la crisis de un país, como en el caso de Italia o Grecia, dan un paso atrás y dejan el tendal de víctimas: personas sin empleo, sin salud, sin educación.
He ahí a los famosos “mercados” que, se dice, “sienten”.
Y al igual que Italia ahora, Grecia tomó días atrás una decisión similar. El último viernes, el tecnócrata Lucas Papademos, asumió como primer ministro griego para la transición.
“Papademos tomó el poder el viernes con la tarea de afrontar la enorme carga de deuda de Atenas y cumplir los términos de un rescate de 130.000 millones acordado el mes pasado”, señaló la agencia Reuters.
Papademos no tiene experiencia política, porque es un tecnócrata, un economista. Y se jacta de su inexperiencia, asegurando: “Yo no soy un político”.
El ex vicepresidente del Banco Central Europeo (BCE), es profesor en
Papademos en Grecia, como ahora Monti en Italia, llegan a ocupar el lugar que (buena o mala, eso es parte de otra discusión), la clase política deja vacante. Ambos son economistas, ambos defensores de la continuidad en la “zona Euro”, ambos sumisos ¿e incluso con beneplácito y convencimiento) a los planes de ajuste impuestos desde los centros de poder para sus países.
Dice
Y dijo: “Estoy convencido de que la participación en el euro es garantía de estabilidad monetaria y factor de estabilidad económica”.
Pero la crisis no se termina en Grecia e Italia. España, Portugal e Irlanda están en una grave situación, muy cercana a la quiebra.
En Inglaterra, los recortes avanzan, y a la saga van las protestas de los ciudadanos que no quieren ajustarse más y más el cinturón.
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