Como el brillo de las velas que se van consumiendo, así, agonizante, es la luz que alumbra en Emnaizel, una villa de 40 familias en uno de esos altos páramos de viento helador que esconde Cisjordania. Aún salta, milagrosa, si se pulsa el interruptor, pero una amenaza la hace peligrar: la orden israelí para demoler las dos placas solares que la generan, con la que se ilumina, se calienta, se limpia, se entretiene, se instruye y se cura la gente del pueblo. Un proyecto emprendido hace dos años por la entidad española Sistemas Energéticos Básicos (SEBA), en colaboración con la Universidad Al Najah de Nablus y financiada con 292.000 euros por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) que cambió la vida de unos vecinos anclados hasta entonces en el siglo XIX. Sin embargo, ahora, Israel quiere eliminar las placas alegando que carecen de permiso de obra, lo cual es cierto, pero también la única manera de humanizar las condiciones de vida de los palestinos, ya que el sistema de planificación urbanística israelí, calificado como “discriminatorio” por el Alto Comisionado de
Y es que Emnaizel se encuentra en las colinas del sur de Hebrón, en una zona C, la parte de los territorios ocupados en los que
La teoría dice que estas áreas C nunca deberían ser de plena soberanía israelí, sino transferidas gradualmente a la administración palestina entonces recién parida (la ya consolidada ANP), pero en cambio Israel ha consolidado su poder en la zona y se ha reservado el terreno (62% de toda Cisjordania) para sus principales bases militares de entrenamiento o para asentamientos o puestos de avanzada, en los que hoy residen 300.000 colonos. “Logran su objetivo de debilitar a los palestinos y obligarlos a marcharse y, a los que se quedan, la vida diaria se les hace durísima”, denuncia Paul Adrian Raymond, portavoz del Programa de Acompañamiento Ecuménico en Palestina e Israel (EAPPI), una de las entidades que, junto a SEBA o Rabinos por los Derechos Humanos, están peleando para mantener la electricidad en la villa de Emnaizel.
La historia de la microred fotovoltaica de 12.150 Wp data de 2009, cuando comienza la obra. Sin permiso de Israel, con el beneplácito de los vecinos, unos 450, residentes entre peñascos y colonias (Suseya, Ma´on, Karmiel). Uno de ellos cedió el terreno. A finales de año ya estaba en funcionamiento el llamado “Proyecto Azahar”. Hoy da cableado a todas las viviendas, la escuela y el ambulatorio. En agosto pasado los vecinos recibieron una orden de
Raymond insiste en que las obras ejecutadas son de escasa trascendencia territorial pero de una elevada importancia social. “Su impacto es impresionante. Piensa lo que es vivir sin luz. Pues así han estado estas personas hasta hace dos años”, resume gráficamente. Gracias a las placas solares, se ha podido abrir la escuela de forma estable, con algún PC e impresoras; se ha acondicionado un ambulatorio que abre dos días en semana y donde hasta se hacenpruebas con ultrasonido a embarazadas; se ha impedido que las mujeres busquen agua en pozos lejanos, al instalar un motor; se ha evitado un riesgo de contaminación de alimentos con la compra de neveras; se ha acelerado el proceso de elaboración del queso, la gran fuente de ingresos de estos palestinos de origen beduino; se ha abierto la puerta a la radio, la televisión, los calefactores y aires acondicionados, las lavadoras… “La vida con dignidad, no es consumismo”, matiza el representante del EAPPI.
Nihat Nour, tres hijos, condensa bajo su casa -poco cemento y mucha lona- todo lo que explica el cooperante. Sobre el dintel de la puerta cuelga una radio, apoyada sobre la caja de los fusibles. Al frente, una tele con mucha niebla emite una telenovela siria. A su lado, una nevera y un ordenador destripado. En el techo medio hundido, una bombilla que alumbra toda la estancia, una casa en habitación única. “La vida era muy complicada sin la energía, pero ahora todo es mucho mejor. Ya no gasto dos horas en lavar la ropa, o dos más trayendo el agua a casa. Antes tardaba medio día en amasar bien el queso pero ahora, con la máquina, tardo media hora. También gano tiempo con el médico, porque hasta que tuvimos las placas tenía que ir a otro pueblo, caminar mucho y pagar además 50 shekels (unos 10 euros) por media hora“, relata con su rostro enrojecido por el frío, controlando a su pequeño Mohammed, moqueante y lloroso por un constipado, cuatro años y medio vividos entre las sombras y la luz.
Ali Ahmid tiene especial predilección por la radio y la tele, “porque así uno puede estar conectado con el mundo”. Está “enojado y triste” por la orden de Israel, justo cuando su consejo local había pedido ayuda para ampliar las placas, que dan “para lo básico”. “Ahora eso será imposible”, dice, pesimista. Y relata los agravios de los últimos años: la carretera anexionada a la colonia vecina, la expropiación de cerca de 300 dunams (un dunam equivale a
En la escuela de Emnaizel toca recreo. Las niñas hacen corrillos en la fuente y en las escaleras. Los niños juegan a una especie de voleibol descontrolado. Apenas dos módulos pequeños les dan techo. En las aulas cuelgan, vacíos, los casquillos sin bombilla. Sólo las ponen cuando es estrictamente necesario, explica el director, Mohammed Yousef. Muy estrictamente, porque esta mañana hay un cielo gris que pediría algo de luz para vez la pizarra. “Sin electricidad, el proceso educativo se frena, no podemos idear nada, no podemos usar el ordenador o la impresora, pero es que tampoco podemos poner un proyector o un televisor para proyectar un documental o una película a los estudiantes. Nos quedamos con los materiales educativos mínimos”, critica.
En este pueblo donde las únicas con buena vida son las cabras, cebadas para dar sustento, donde se quema cada cepa vieja de viñedo para dar calor (sin grandes resultados), donde se cuenta un único coche, donde los niños como Ibrahim caminan descalzos, la luz es el símbolo de la esperanza. Ahora miran a las banderas israelíes, a lo lejos, a lo cerca, allí en las colonias, y aguardan una solución que les permita mantener el grado mínimo de progreso que habían arañado gracias a SEBA y
De Periodismo Humano (http://periodismohumano.com)
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