Azucena
Villaflor fue la fundadora de Madres de Plaza de Mayo. El 10 de diciembre de
1977, Día Internacional de los Derechos Humanos, las Madres anunciaron los
nombres de sus hijos desaparecidos.
Aquella noche,
Azucena Villaflor fue secuestrada por un grupo armado en su casa en Villa
Dominico, en Avellaneda, Buenos Aires. Según testimonios, fue recluida en el
campo de concentración de la Escuela de Mecánica de la Armada, ESMA, donde
actuó, entre otros represores, Alfredo Astiz.
Estaba en la
casa de Chela y Emilio Mignone cuando se terminaba el día 8 de diciembre de
1977. Allí, en ese departamento de la avenida Santa Fe, se centralizaba la
recolección de dinero y firmas para una solicitada que publicarían dos días
después. Repentinamente, llegó María del Rosario de Cerruti y contó,
desesperada, los secuestros que se acababan de producir en la puerta de la
Iglesia de la Santa Cruz, en el barrio de San Cristóbal.
Una nueva ola de
terror les apabulló el alma, pero Azucena fue muy clara: "Con más razón,
ahora tenemos que seguir adelante".
Durante todo el
día siguiente pulieron detalles de la solicitada y la entregaron. Azucena
estaba cansada y nerviosa. Otra Madre, Aída Sarti, la visitó la noche de ese viernes
y recuerda tanta tensión. Fue la última de sus compañeras que la vio libre.
Hija de una
muchachita quinceañera y de un obrero lanero, Azucena se crió y creció sin que
nada le fuera fácil. Desde sus quince años (1940) trabajó en la Siam como
telefonista y en ese pulmón obrero y metalúrgico vivió el 17 de octubre de
1945. Se casó en el 49 con Pedro De Vincenti y tuvo cuatro hijos. Néstor, el
segundo, fue secuestrado el 30 de noviembre de 1976, en la calle Agüero 4685,
Villa Dominico. Desde ese momento, la vida de Azucena fue otra.
Cuando el sábado
10 de diciembre se levantó temprano, maldormida, compró el diario con la
solicitada publicada. Era un triunfo a pesar de todo. Volvió a salir de su casa
antes de las nueve, a hacer compras.
"¿Qué
querés almorzar, nena?", le preguntó a su hija Cecilia. Apenas movió la
cabeza de la almohada para decirle que quería pescado. Con la bolsa y el
monedero, Azucena fue hasta la avenida Mitre en busca del mercado, pero allí la
interceptaron.
Golpes, gritos y
amenazas con armas. Azucena intentó resistir gritando y tirándose al suelo,
pero los hombres fueron más fuertes y la cargaron a un coche. Así, el trabajo
de infiltración de Astiz lograba capturar a la creadora de las Madres de Plaza
de Mayo.
La metieron en
"Capuchita" dentro de la ESMA, con su vestido de mangas cortas, atada
y vendada. En las horas siguientes, ella descubrió que allí había otros
detenidos y les preguntó sus nombres así, cuando la dejaran libre, avisaría a
sus familias. También les dio el nombre de su hijo secuestrado por si alguien
sabía algo de él.
Pero casi no
tuvo más tiempo. Antes de que pasara una semana la sacaron de allí, la subieron
a un avión y la arrojaron al mar. Por capricho de las mareas, su cuerpo fue a
parar a las arenas de Santa Teresita y quedó enterrada como NN en un cementerio
cercano, en donde esperó más de veintisiete años para "aparecer".
El cuerpo de
Azucena fue identificado por ADN, recién el 13 de mayo de 2005, por el Equipo
Argentino de Antropología Forense.
Ahora, su nieta María
Laura de Vincenti asume una responsabilidad confiada por el intendente
Jorge Ferraresi: ser la nueva Subsecretaria de Educación del municipio, con sus
casi 28 años.
Vaya si
Argentina ha cambiado mucho en los últimos años. Azucena, desde algún sitio,
seguramente iluminará a su nieta en su nueva tarea.
De El Vigía (www.agenciaelvigia.com.ar)
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