(Por Marta Gorsky*)
Cuando en febrero de 1988, Carlos Monzón
mató a su mujer, Alicia Muñiz, el concepto de violencia de género no estaba
incorporado al lenguaje corriente de los argentinos, tampoco teníamos leyes que
la sancionaran y en el imaginario colectivo sus circunstancias sólo tenían que
ver con lo privado, lo doméstico, naturalizado y hasta su tratamiento era
terreno de humoristas más que de sociólogos, juristas o antropólogos.
Fue a partir de ese
hecho que me acerqué al tema, y hay que admitirlo aunque sea costoso: quien
pueda decir que nunca fue víctima de algún tipo de violencia: física,
emocional, sexual, económica… que tire a primera piedra.
Al “por algo
será” que tanto nos dañó en tiempos de dictadura, sumábamos incontables
“chascarrillos” cuando se hablaba de mujeres y de la violencia ejercida sobre
ellas: “pégale a tu mujer todos los días, si vos no sabés por qué, ella lo
sabrá”. O Alain Delón, paradigma del macho conquistador, diciendo: “¿Quién no
le pegó alguna vez a una mujer?”.
Hoy, las bromas
casi no tienen adherentes, y salvo el presidente de Chile1, que
parece no tener idea del poder simbólico de las palabras, pocos se animan a
decirlas en público. Nada es casual: Chile es un país donde el machismo y la
discriminación están profundamente arraigados.
En esta semana,
leyendo y mirando las informaciones sobre los terribles femicidios perpetrados
en el país, que dejan corta la estadística de 237 hasta fin de octubre de 2011,
ya no leo que se hable de “crímenes pasionales”, ni de “celotipia”.
Se habla de
violencia de género y crímenes del patriarcado, aunque siempre hay un juez,
como el del cuádruple crimen de La Plata, Guillermo Atencio, que con poca
fortuna dijo que hay que investigar qué causas tuvo el sospechoso para matar a
su novia.
¿Causa? ¿Motivo
que justifique? Grave conceptualización en boca de un Juez de Garantías, que
nos muestra cómo diversos discursos sociales y jurídicos operan sobre la
realidad y reproducen diferencias de género contribuyendo a construirlas y
reforzarlas.
El “FEMICIDIO”
es una de las formas más extremas de violencia hacia las mujeres, es el
asesinato cometido por un hombre hacia una mujer a quien considera de su propiedad.
asesinato cometido por un hombre hacia una mujer a quien considera de su propiedad.
El término femicidio
es político e implica la denuncia hacia la naturalización social de la
violencia sexista.
La asociación civil
“La Casa del Encuentro” es quien difunde la estadística de los casos de
femicidios, a partir de lo que recogen de las agencias informativas: Télam y
DyN, y 120 diarios de distribución nacional y/o provincial.
Según esta
institución, en “los registros realizados, no están contemplados por la
insuficiente información que surgen de los medios de comunicación los
siguientes casos:
-Mujeres que
ingresaron a los hospitales con evidencia de violencia sexista, pero al
fallecer en sus certificados de defunción figura muerte por paro
cardiorrespiratorio u otro causal, invisibilizando la violencia que generó el
cuadro traumático.
-Mujeres que
mueren por abortos clandestinos.
-Mujeres que
aparecen en las noticias como muertas por suicidio, pero que han padecido
previamente una situación de violencia sexista en sus vidas.
Es decir que las
terribles cifras que nos conmocionas, siguen siendo números negros.
El asesinato de
Carla Figueroa, en General Pico, La Pampa pone nuevamente en evidencia la
responsabilidad del sistema judicial, que aprobó el “avenimiento” entre la
joven y su violador, permitiendo que se casen, y éste recobre la libertad, para
matarla a los pocos días.
Si bien la
figura persiste en el Código Penal (como rémora de cuando la violación era
considerada un delito contra el honor), los camaristas, con absoluta liviandad
no advirtieron que Carla podía ser un claro ejemplo de persona padeciendo el
Síndrome de Indefensión Aprendida, también llamado de Desesperanza Inducida que
se caracteriza por la vulnerabilidad, desprotección y adaptación de la persona
en situación de maltrato y abuso crónico, que llega a creer que está
absolutamente indefensa, que no tiene ningún control y que nada que pueda hacer
será útil para salir de esa situación.
Su adaptación
llega a tal punto que se convence de que todo lo que le pasa es por su culpa,
que se lo merece e incluso justifica al o a los agresores. Piensa que no vale
la pena hacer nada porque haga lo que haga, nada cambiará.
Sin dudarlo,
pienso que Carla Figueroa estaba en esta situación, tal vez -podemos arriesgar-
desde que era una bebe y vió como su padre mataba a su madre 17 años atrás.
Ni siquiera fue
beneficiada con la correcta interpretación del Articulo 132 del Código Penal,
que sostiene que “el tribunal podrá excepcionalmente aceptar la propuesta que
haya sido libremente formulada y en condiciones de plena igualdad, cuando en
consideración a la especial y comprobada relación afectiva pre-existente,
considere que es un modo mas equitativo de armonizar el conflicto con mejor
resguardo del interés de la victima”.
No se ocuparon
estos jueces por conocer si la petición era “libremente formulada” y si su
sentencia resguardaba el interés de la victima.
La mirada debe
ser ecológica, abarcativa, que permita analizar los distintos procesos
sociales, culturales y políticos. No se cambia fácilmente un sistema de
creencias, sin duda hay que avanzar con recursos materiales y humanos para la
prevención, la asistencia y el poder sancionatorio.
Cuando decimos
que estamos avanzando hacia un país más justo, más igualitario, planteamos
también que la equidad de género es todavía una de las deudas pendientes en el
terreno de trabajar para eliminar la violencia hacia las mujeres en todos los
ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales, como reza en la Ley Nº
26485, sancionada en marzo de 2009.
En ese camino es
necesario incorporar la temática en los programas educativos de todos los
niveles, desde el nivel inicial, para generar una sociedad más solidaria que no
naturalice las conductas violentas.
Trabajar para
generar estadísticas oficiales, incorporar al Código Penal la figura del femicidio,
crear recursos para la protección efectiva con implementación de políticas
extensivas a todo el territorio nacional como existen en la Ciudad de Buenos
Aires, con la Oficina de Violencia Domestica de la Suprema Corte de Justicia y
el programa “Las victimas contra las Violencias”, del Ministerio de Justicia de
la Nación. Avanzar con modificaciones en el sistema judicial para que jueces
que sostienen el discurso hegemónico del patriarcado sean excluidos con los
resortes legales existentes.
Terminó el año
2011 con espantosas cifras de mujeres muertas. La familia- espacio que debiera
ser de amor y contención- se ha convertido para muchas en una trampa mortal de
manos de quienes las consideran objetos de posesión.
Hay mucho para
trabajar, sin embargo y volviendo a la primera frase de esta nota, puedo decir
que en 1988 era impensado publicar un articulo sobre este tema, o plantear la
discusión, a riesgo de ser silenciada o considerada poco seria por pretender
darle rango político y de derechos humanos a un tema que se ubicaba en el
ámbito de lo privado.
(1) Al final de la XIII Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno que se realizó en México, Piñera remató con el siguiente chiste: ¿Sabe usted cuál es la diferencia entre un político y una dama?
"Cuando el
político dice que "sí" quiere decir 'tal vez', cuando dice "tal
vez" quiere decir que 'no' y cuando dice que "no", no es
político... Cuando una dama dice que "no" quiere decir 'tal vez',
cuando dice "tal vez" quiere decir que 'sí', cuando dice que
"sí" no es dama", sentenció.
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