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sábado, 24 de diciembre de 2011

La violencia y el género: el femicidio es una cuestión política y cultural



(Por Marta Gorsky*)  Cuando en febrero de 1988, Carlos Monzón mató a su mujer, Alicia Muñiz, el concepto de violencia de género no estaba incorporado al lenguaje corriente de los argentinos, tampoco teníamos leyes que la sancionaran y en el imaginario colectivo sus circunstancias sólo tenían que ver con lo privado, lo doméstico, naturalizado y hasta su tratamiento era terreno de humoristas más que de sociólogos, juristas o antropólogos.
Fue a partir de ese hecho que me acerqué al tema, y hay que admitirlo aunque sea costoso: quien pueda decir que nunca fue víctima de algún tipo de violencia: física, emocional, sexual, económica… que tire a primera piedra.
Al “por algo será” que tanto nos dañó en tiempos de dictadura, sumábamos incontables “chascarrillos” cuando se hablaba de mujeres y de la violencia ejercida sobre ellas: “pégale a tu mujer todos los días, si vos no sabés por qué, ella lo sabrá”. O Alain Delón, paradigma del macho conquistador, diciendo: “¿Quién no le pegó alguna vez a una mujer?”.
Hoy, las bromas casi no tienen adherentes, y salvo el presidente de Chile1, que parece no tener idea del poder simbólico de las palabras, pocos se animan a decirlas en público. Nada es casual: Chile es un país donde el machismo y la discriminación están profundamente arraigados.
En esta semana, leyendo y mirando las informaciones sobre los terribles femicidios perpetrados en el país, que dejan corta la estadística de 237 hasta fin de octubre de 2011, ya no leo que se hable de “crímenes pasionales”, ni de “celotipia”.
Se habla de violencia de género y crímenes del patriarcado, aunque siempre hay un juez, como el del cuádruple crimen de La Plata, Guillermo Atencio, que con poca fortuna dijo que hay que investigar qué causas tuvo el sospechoso para matar a su novia.
¿Causa? ¿Motivo que justifique? Grave conceptualización en boca de un Juez de Garantías, que nos muestra cómo diversos discursos sociales y jurídicos operan sobre la realidad y reproducen diferencias de género contribuyendo a construirlas y reforzarlas.
El “FEMICIDIO” es una de las formas más extremas de violencia hacia las mujeres, es el
asesinato cometido por un hombre hacia una mujer a quien considera de su propiedad.
El término femicidio es político e implica la denuncia hacia la naturalización social de la violencia sexista. 
La asociación civil “La Casa del Encuentro” es quien difunde la estadística de los casos de femicidios, a partir de lo que recogen de las agencias informativas: Télam y DyN, y 120 diarios de distribución nacional y/o provincial.
Según esta institución, en “los registros realizados, no están contemplados por la insuficiente información que surgen de los medios de comunicación los siguientes casos:
-Mujeres que ingresaron a los hospitales con evidencia de violencia sexista, pero al fallecer en sus certificados de defunción figura muerte por paro cardiorrespiratorio u otro causal, invisibilizando la violencia que generó el cuadro traumático.
-Mujeres que mueren por abortos clandestinos. 
-Mujeres que aparecen en las noticias como muertas por suicidio, pero que han padecido previamente una situación de violencia sexista en sus vidas.
Es decir que las terribles cifras que nos conmocionas, siguen siendo números negros.
El asesinato de Carla Figueroa, en General Pico, La Pampa pone nuevamente en evidencia la responsabilidad del sistema judicial, que aprobó el “avenimiento” entre la joven y su violador, permitiendo que se casen, y éste recobre la libertad, para matarla a los pocos días.
Si bien la figura persiste en el Código Penal (como rémora de cuando la violación era considerada un delito contra el honor), los camaristas, con absoluta liviandad no advirtieron que Carla podía ser un claro ejemplo de persona padeciendo el Síndrome de Indefensión Aprendida, también llamado de Desesperanza Inducida que se caracteriza por la vulnerabilidad, desprotección y adaptación de la persona en situación de maltrato y abuso crónico, que llega a creer que está absolutamente indefensa, que no tiene ningún control y que nada que pueda hacer será útil para salir de esa situación.
Su adaptación llega a tal punto que se convence de que todo lo que le pasa es por su culpa, que se lo merece e incluso justifica al o a los agresores. Piensa que no vale la pena hacer nada porque haga lo que haga, nada cambiará.
Sin dudarlo, pienso que Carla Figueroa estaba en esta situación, tal vez -podemos arriesgar- desde que era una bebe y vió como su padre mataba a su madre 17 años atrás.
Ni siquiera fue beneficiada con la correcta interpretación del Articulo 132 del Código Penal, que sostiene que “el tribunal podrá excepcionalmente aceptar la propuesta que haya sido libremente formulada y en condiciones de plena igualdad, cuando en consideración a la especial y comprobada relación afectiva pre-existente, considere que es un modo mas equitativo de armonizar el conflicto con mejor resguardo del interés de la victima”.
No se ocuparon estos jueces por conocer si la petición era “libremente formulada” y si su sentencia resguardaba el interés de la victima.
La mirada debe ser ecológica, abarcativa, que permita analizar los distintos procesos sociales, culturales y políticos. No se cambia fácilmente un sistema de creencias, sin duda hay que avanzar con recursos materiales y humanos para la prevención, la asistencia y el poder sancionatorio.
Cuando decimos que estamos avanzando hacia un país más justo, más igualitario, planteamos también que la equidad de género es todavía una de las deudas pendientes en el terreno de trabajar para eliminar la violencia hacia las mujeres en todos los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales, como reza en la Ley Nº 26485, sancionada en marzo de 2009.
En ese camino es necesario incorporar la temática en los programas educativos de todos los niveles, desde el nivel inicial, para generar una sociedad más solidaria que no naturalice las conductas violentas.
Trabajar para generar estadísticas oficiales, incorporar al Código Penal la figura del femicidio, crear recursos para la protección efectiva con implementación de políticas extensivas a todo el territorio nacional como existen en la Ciudad de Buenos Aires, con la Oficina de Violencia Domestica de la Suprema Corte de Justicia y el programa “Las victimas contra las Violencias”, del Ministerio de Justicia de la Nación. Avanzar con modificaciones en el sistema judicial para que jueces que sostienen el discurso hegemónico del patriarcado sean excluidos con los resortes legales existentes.
Terminó el año 2011 con espantosas cifras de mujeres muertas. La familia- espacio que debiera ser de amor y contención- se ha convertido para muchas en una trampa mortal de manos de quienes las consideran objetos de posesión.
Hay mucho para trabajar, sin embargo y volviendo a la primera frase de esta nota, puedo decir que en 1988 era impensado publicar un articulo sobre este tema, o plantear la discusión, a riesgo de ser silenciada o considerada poco seria por pretender darle rango político y de derechos humanos a un tema que se ubicaba en el ámbito de lo privado.



(1) Al final de la XIII Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno que se realizó en México, Piñera remató con el siguiente chiste: ¿Sabe usted cuál es la diferencia entre un político y una dama?
"Cuando el político dice que "sí" quiere decir 'tal vez', cuando dice "tal vez" quiere decir que 'no' y cuando dice que "no", no es político... Cuando una dama dice que "no" quiere decir 'tal vez', cuando dice "tal vez" quiere decir que 'sí', cuando dice que "sí" no es dama", sentenció. 
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