Como ocurre en la actualidad en la Unión
Europea (UE) y Estados Unidos, hace una década Argentina también era un
hervidero, con las calles de sus principales ciudades cubiertas de manifestantes
que decían "basta" a su dirigencia.Entonces, otra historia comenzó a
escribirse.
Las protestas del 19 y 20 de diciembre de
2001 en Argentina, que dejaron 40 personas muertas y varias heridas, fueron el
corolario de una prolongada recesión y del endeudamiento público que derivó en
la quiebra económica y el consecuente crecimiento de la desocupación y la
pobreza, que llegaron a ser las más altas de su historia moderna.
“Aquella crisis fue el resultado de las
políticas de ajuste que recetaba el FMI (Fondo Monetario Internacional) en los
años 90, que son las mismas que hoy están llevando a Europa a la situación en
la que está”, aseguró la socióloga Norma Giarraca ante la consulta.
Giarraca es parte del equipo del Instituto
de Investigaciones Gino Germani, de la estatal Universidad de Buenos Aires, y
es autora del libro “Tiempos de rebelión: ¡¡Qué se vayan todos!!”, en el cual
analiza el movimiento social surgido al calor del colapso económico, social y
político de 2001.
La grave situación, que siguió a tres años
de caída del producto interno bruto, fuertes recortes fiscales y un creciente
endeudamiento, llevó a la renuncia en diciembre de 2001 del gobierno del
centrista presidente Fernando de la Rúa a la mitad de su mandato de cuatro
años, y le siguieron cuatro mandatarios interinos designados en 10 días.
Mientras, la pobreza había alcanzado a más
de 52 por ciento de los 37 millones de argentinos de entonces y el desempleo
trepó a más de 24 por ciento de su población económicamente activa. También los
aeropuertos se llenaban con emigrantes, especialmente de jóvenes.
Así, las protestas no reconocían clases
sociales: los sectores medios y medios altos reclamaban por sus ahorros
atrapados en los bancos por decisión gubernamental, en lo que se llamó el
“corralito financiero”, y los más pobres saqueaban comercios de alimentos para
poder sobrevivir.
Finalmente se declaró el cese de pagos de
la deuda, ante el pánico de operadores financieros de adentro y de afuera del
país, y el presidente designado por el parlamento, Eduardo Duhalde, impulsó la
derogación de la Ley de Convertibilidad, que por casi una década mantuvo atado
el tipo de cambio de un peso argentino por cada dólar.
La devaluación de la moneda y la
reestructura de la deuda, tras un muy exitoso canje de títulos del Tesoro con
grandes quitas de capital y vencimientos prorrogados a plazos manejables,
dieron pie a la recuperación del país desde 2003, cuando asumió la Presidencia
por cuatro años Néstor Kirchner, el líder del sector centroizquierdista del
Partido Justicialista (peronista) fallecido a fines del año pasado.
Desde entonces, la economía argentina crece
casi sin pausa entre siete y 10 por ciento anual, salvo en 2009 cuando sólo fue
de 0,9 por ciento debido al impacto de la crisis económico-financiera nacida el
año anterior en Estados Unidos.
Ese desempeño económico y variados planes
sociales implementados por Kirchner, primero, y desde 2007 por su sucesora y
esposa, Cristina Fernández, abatieron los indicadores de pobreza y desempleo a
valores menores de 10 por ciento.
La socióloga Giarraca explicó que Argentina
“está mejor”, porque hubo “un manejo correcto de las variables económicas”
favorecidas por el alza de los precios internacionales de productos primarios,
que son lo que más exporta el país.
En cambio, según su análisis, en el plano
político, no hubo el progreso reclamado. “El hartazgo contra los políticos, que
se expresaba en las calles bajo la consigna ‘que se vayan todos’, pretendía una
renovación que no se logró”, señaló.
Si bien hay hoy estabilidad, muchos jóvenes
se suman a la militancia política y la satisfacción es mayoritaria como quedó
demostrado en la reelección en octubre de la presidenta Fernández, con 54
por ciento de los votos, las demandas de democracia directa y mayor
participación siguieron de largo, sostuvo.
No obstante, esa rebelión subsiste, según
Giarraca, y se expresa en asambleas de vecinos de provincias del interior del
país que reclaman contra la instalación de industrias extractivas que
contaminan el ambiente sin dejar ningún beneficio a la población.
En países industrializados, la crisis
derivada de un endeudamiento insostenible está siendo atacada por la dirigencia
política y económica con una profundización de los recortes fiscales y de
beneficios sociales, lo cual deriva en un creciente malestar social.
Movimientos como el de los “indignados” o
15 de Mayo (15M), nacido en España y desparramado por el resto de Europa, o el
Ocupa, en Estados Unidos y Canadá, evocan los días trágicos de las protestas
callejeras en Argentina, que también reconocían una convocatoria espontánea,
por fuera de cualquier organización política o social. “Hay algo de ese
hartazgo que vivimos en 2001 que hoy se expresa en Europa. Los estados de
bienestar de los años 70 fueron desapareciendo y la cultura del capitalismo
neoliberal impregnó todos los aspectos de la vida”, reflexionó la experta.
En este sentido, también se expresó el
economista Julio Gambina, presidente de la Fundación de Investigaciones
Sociales y Políticas, que integra el Consejo Latinoamericano de Ciencias
Sociales y de la organización ATTAC Argentina.
Para Gambina, la crisis de 2001 “es un
espejo en el que debe mirarse Europa”. “Argentina llegó a esa situación
explosiva por las políticas de liberalización, privatización y ajuste que hoy
recomiendan el FMI y el Banco Central Europeo”.
Según recordó el economista, la crisis se
zanjó en este país mediante “un relanzamiento del capitalismo” en dos
instancias: la suspensión de pagos de la deuda, por un lado, y la devaluación
de la moneda, que permitió que las exportaciones ganasen competitividad.
“El capitalismo en Argentina recompuso su
capacidad de funcionamiento y de acumulación de ganancias, y los indicadores
sociales mejoraron, aunque sin alcanzar los niveles de la década del 60 y 70,
previos a la implantación de políticas neoliberales” o capitalismo salvaje,
indicó a IPS.
Este esquema de superación de la crisis,
recomendado para Europa por economistas como Joseph Stiglitz, exdirector del
Banco Mundial y ganador del Premio Nobel de Economía en 2001, “es un modelo no tan
fácil de imitar”, según Gambina, y no sólo por las restricciones que impone el
euro como moneda única de muchos países europeos.
“No es tan sencillo, porque aun si se
pudiera volver a las monedas nacionales y devaluar, países como Grecia o España
no tienen la diversidad de recursos naturales para exportar que tiene América
Latina”, advirtió Gambina.
Según su lectura, Europa debería mirar el
proceso que está haciendo nuestra región que, a nivel político procura
liberarse de la hegemonía de Estados Unidos con sus nuevas instancias de
integración sin incluir a ese país y Canadá, como es la Comunidad de
Estados Latinoamericanos y Caribeños, creada este mes.
“Europa tendría que pensar la forma de
reconstruirse sin la hegemonía de Alemania y Francia”, que estarían, según
Gambina, conduciendo a esa región a una profundización del ajuste social y el
malestar de crecientes sectores de la población.
De Periodismo Humano (www.periodismohumano.com)
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