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lunes, 15 de diciembre de 2014

¿Quiénes ganan con la inseguridad de otros?


Detrás de la agitación del fantasma de la inseguridad se esconde un negocio millonario que cuenta con un pequeño grupo de grandes empresarios, todo ellos con lazos en la política.
La propagación de las cámaras a todos los municipios, la crean de centros de monitoreo o de cuadrillas comunales de control (que nada tienen que ver con la iniciativa de la policía municipal) encierran un negocio redondo: grandes inversiones por parte de los que pagan, inconmensurables ventas por parte de los que ofrecen el equipamiento.
Global View; Telefónica Ingeniería de Seguridad (TIS), de la multinacional Telefónica; y Ubik2 son los tres nombres más “pesados” en la materia, quienes se disputan en los municipios la adjudicación de la instalación y mantenimiento de sistemas de vigilancia, principalmente cámaras y equipos de seguimiento satelital (GPS). Pero no son los únicos.
En los años 90, las agencias de seguridad privada también florecieron. Lo hicieron de la mano de la oleada delictiva reinante entonces que, real o de proporciones aumentadas, desataba el temor generalizado.
Pero, para que la sociedad demande mayores medidas de prevención y acepte mansamente formar parte de un reallity show a través de cámaras que captan su vida en tiempo real colocadas casi en cada rincón de la ciudad debe haber previamente un clima que lo posibilite y una sensación de que no hay una alternativa diferente posible.
Telefónica controla las comunicaciones en la mitad del país en forma monopólica, brinda servicios de Internet y asociada con DirecTV ya incursionó de manera no formal en el “Triple play”, la forma más fácil de conocer los intereses y consumos culturales de sus clientes. A eso se suma otra forma de monitoreo de nuestra intimidad a través de las cámaras.
Ubik2 inició su labor en 2009 y concretó la licitación en Ezeiza, una de las primeras ciudades que instrumentaron equipos de monitoreo y cámaras de seguridad.
Global View pertenece a Mario Montoto, quien también es dueño de Codesur (vinculada a varias empresas israelíes y compañías norteamericanas) que maneja toda la vigilancia electrónica de la Capital Federal.
En mayo último, además, se conoció que el empresario había extendido su negocio a distintos puntos del país y se había afianzado en la zona de la Triple Frontera, un lugar ubicado en la mira de Estados Unidos, entre otras razones por ser un enclave fundamental para un eventual apoderamiento de los recursos del Acuífero Guaraní.
La construcción del discurso Si no está claro que el discurso de la inseguridad puede –y es- construido para favorecer intereses económicos basta con hacer un repaso de los vínculos entre empresarios de medios de comunicación y empresas de seguridad.
Global View es propiedad de Montoto, pero en ella también es socio el empresario de medios Daniel Hadad (ex de C5N y Radio 10, pero actualmente en poder de otras señale).
Telefónica Ingeniería de Seguridad (TIS) no solo pertenece a la multinacional Telefónica, como señalamos, sino que además en ella participa como socio minoritario Sergio Szpolski, otro empresario de las comunicaciones y dueño del diario gratuito El Argentino, de la señal televisiva CN23, el grupo Infonews, entre otros.
Finalmente, Ubik2, especializada en el control satelital, cuya titularidad figura a nombre de Rodrigo Campbell, un personaje muy cercano al gobierno nacional y con actividad declarada en comunas gobernadas por caudillos K.

Comercio
En su libro “No logo”, la periodista canadiense Naomi Klein repasa un aspecto fundamental de la expansión de las grandes cadenas –inicialmente en Estados Unidos, luego en el resto del mundo– en el cual fue clave el desgaste de la imagen de los espacios públicos.
La construcción de la imagen de inseguros de los ámbitos públicos permitió que los shoppings y las grandes cadenas de consumo se convirtieran en los “remansos” donde la familia podía no solo encontrar los productos que necesitara, sino también la tranquilidad de estar exentos de todo peligro exterior.
Con un número escaso de puertas, un ambiente completamente cerrado, personal de seguridad privada y un clima perfectamente logrado en cuanto a iluminación y temperatura, estos lugares fueron erigiéndose como la antítesis de las calles y las plazas, clásicos puntos de reunión desde los tiempos de la Grecia antigua, ahora devenidos en espacios hostiles.
Grandes empresas contribuyeron a construir esa imagen que denostara los ámbitos públicos.

Dominación
En la misma línea, la de atacar el espacio público como punto de encuentro, la política de algunas agrupaciones políticas –con el acompañamiento de algunos medios de comunicación– fogonea la imagen de una espacio público.
En espacio público queda relegado a quienes están fuera del sistema, quienes no tienen el privilegio de “pertenecer”.
Los espacios cerrados son, al mismo tiempo, privados, y por lo tanto pueden restringir el acceso a quienes lo deseen.
Los que están “afuera” del sistema son aquellos que no pueden consumir.
Y quienes no pueden consumir son, al mismo tiempo, quienes tienen demandas que deben ser saldadas y los encargados de hacerlo son los integrantes de la clase política que ocupan lugares de poder. Así, son las agrupaciones políticas de derecha las que se alían con los medios en la construcción de los estigmas. 
En el espacio público se concentran “los jóvenes de las esquinas que se reúnen a tomar cerveza”, o los que hacen lo mismo en las plazas, son los que protagonizan movilizaciones, son aquellos que exigen “estar adentro” teniendo las mismas marcas de ropa, de calzado, o ingresar a los mismos lugares pero que, al no poder hacerlo, son señalados previamente como factores de inestabilidad social y promotores de la inseguridad.

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