La provincia de Buenos Aires es
la más poblada del país, y sin duda el área del Gran Buenos aires la que mayor
densidad geográfica posee con un amplio espectro de realidades sociales,
económicas y culturales.
Quizá por esto, y contrariamente
a lo que las estadísticas aseguran, se plantea una y otra vez que es este el
escenario de la mayor “inseguridad” del país. Es decir, el espacio territorial
de la Argentina
en el que mayor número de homicidios, delitos contra la propiedad y las
personas se cometen.
Lo cierto es que contrastando
estadísticas de la provincia de Buenos Aires y de la Ciudad de Buenos Aires,
donde efectivamente se viene produciendo un incremento en el porcentaje de hechos
delictivos es en la CABA.
Claro, ante este dato, el
argumento esgrimido es que se trata de delincuentes que residen en la provincia
pero delinquen en la Capital
y luego “cruzan la General
Paz ” para garantizarse impunidad. No por transitado este
argumento de ser empleado una y otra por los hacedores del discurso de la
inseguridad.
Como uno de los principales
exponentes de la lucha contra esa inseguridad mediáticamente construida, el
gobernador bonaerense Daniel Scioli viene desplegando desde el momento mismo de
su asunción una serie de políticas destinadas a garantizar seguridad mediante
la instrumentación de mayor cantidad de efectivos en las calles.
A finales del mes de noviembre
último fueron 10 mil los nuevos policías egresados que engrosan las filas de la Policía Bonaerense.
Sin embargo, este verdadero mar
de uniformes no es la única estrategia desplegada por el mandatario bonaerense,
que decretó la Emergencia
en seguridad el 5 de abril de 2014 y de esa manera convocó a policías retirados
para cubrir cargos administrativos y desafectar de ellos a uniformados en actividad.
La medida fue duramente
cuestionada por agrupaciones de izquierda, por organismos de derechos humanos y
hasta desde la propias filas del kirchnerismo, dado que se adujo que esta “convocatoria”
a los desafectados de la fuerza podía abrir la puerta a quienes habían sido
alejados por hechos reñidos con la legalidad.
Otro de los capítulos de 2014 fue
la creación de la
Policía Municipal , un intento de dotar a los municipios de
una fuerza propia y de proximidad con las diferentes comunidades. Estos futuros
policías ya están capacitándose, pero no estarán las calles de los municipios
de los que formarán parte hasta el 2015.
Así, los diversos paquetes de
soluciones aportados por el gobierno bonaerense parecen ubicar en segundo plano
a las iniciativas sociales que apunten a la inclusión, privilegiando de esa
manera la política de endurecimiento de las acciones.
Delito no es lo mismo que
inseguridad
El discurso mediático hace foco
en la “inseguridad” y toma ese término como eje de cualquier debate sobre
delito, instalándolo en forma contundente en una sociedad que, a fuerza de
erosión política y mediática, corrió el paradigma y naturalizó como factor de
seguridad la no existencia de delitos.
Para la Real Academia
Española (RAE), el máximo organismo regulador de la lengua castellana, es
decir, del idioma que hablamos, el término seguridad cuenta con una serie de
definiciones.
En ningún caso remiten al
concepto con que lo entendemos hoy los argentinos.
Un proceso que comenzó hace más
de 20 años logró erosionar el imaginario social y naturalizar la idea de que
inseguridad (es decir, la falta de seguridad), es equivalente a delito en
cualquiera de sus formas.
Hoy este significado no está en
discusión. Por el contrario, cada vez que se comunica un hecho policial se
habla de inseguridad a través de los diarios, la televisión o las radios; y la
clase política repite el mismo esquema sin importar si ideológicamente se
ubican en la derecha, la izquierda o el centro.
Se hace indispensable, entonces,
desandar el camino y poner cada término en su lugar.
Delito es para la RAE , la violación de una ley o
un crimen.
Por lo tanto, desde un robo hasta
un homicidio entrarían en esta categoría, ya que se trata de transgresiones a
las leyes que existen en nuestro país.
Seguridad, en cambio, se aplica a
un amplio abanico de cosas que incluyen desde aspectos jurídicos hasta
sociales.
Sin embargo, el 5 de abril
último, el gobernador Daniel Scioli dispuso la Emergencia en Seguridad
para la provincia de Buenos Aires por espacio de un año; y lo hizo cediendo a
las presiones mediáticas que vienen haciendo de este concepto, además mal
aplicado, una herramienta con la que ejercer presión política.
La situación de excepcionalidad
decretada por el gobernador Daniel Scioli tiene una vigencia de un año, por lo
que se extenderá hasta la primera mitad de 2015. En el marco de un año
electoral, no se descarta que el mandatario pueda extenderla.
En lo discursivo el objetivo
central es “acorralar el delito”, y para hacerlo la norma implica “agilizar la
llegada de recursos humanos y materiales”.
Una de las medidas más
cuestionadas es la construcción de ocho alcaidías, una instancia en la que se
aloja a los detenidos mientras se realiza la investigación, y que en este caso,
tendrán capacidad para unas mil personas.
Otro de los aspectos cuestionados
es la convocatoria realizada a ex agentes de la Policía Bonaerense ,
en el marco de una acción que volverá a incluir a aquellos que fueron separados de sus funciones por hechos de
corrupción o por diferentes irregularidades.
En tercer término, cabe
considerar que el Estado provincial se endeudó en 600 millones con el Banco
Provincia para sostener la
Emergencia.
La medida no fue discutida por la Legislatura.
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