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miércoles, 21 de enero de 2015

Un 11 de septiembre a la francesa

Por Luciana Rodriguez Sacco. - El ataque en la redacción del semanario parisino conmocionó al mundo. Mientras todas las miradas se posaban sobre Francia, 19 personas murieron en Nigeria, los 43 estudiantes mexicanos continúan desaparecidos y las bombas israelitas siguieron cayendo sobre Palestina.  Fuera de todo análisis simplista ¿Quiénes están detrás y qué intereses se disputan en este ataque en el corazón de Europa?





Los disparos hicieron temblar la tierra. Dos hombres encapuchados gatillaron sus fusiles durante cinco minutos dentro de la redacción del semanario satírico francés Charlie Hebdo y ese tiempo fue más que suficiente para cometer una masacre. “Allahu akbar" (Alá es el más grande) gritaron mientras las balas impactaban en los cuerpos de los periodistas y dibujantes;  Y de esta manera, el miércoles 7 de enero,  la tierra francesa se llenó de sangre en un hecho más que repudiable.

Paradójicamente la revista, fundada en 1969, en su caricatura semanal se preguntaba: ¿Todavía no hubo atentados en Francia? En el dibujo, un presunto islamista armado decía: "Espere. Aún tenemos hasta fin de enero para decir feliz año". Finalmente, el ataque llegó y arremetió con la vida de 12 personas.  Lógicamente, nadie tiene derecho a matar a otro, esto está por fuera de toda ética y moral humana y es repudiable en su totalidad,  pero ese no es el punto de discusión. Lo que sí llama la atención es cómo se está utilizando este atentado para generar terror; un terror que se expanda y garantice la matanza de los malos del mundo: los musulmanes.

Ahora bien, ¿podrá este atentado fomentar los sentimientos racistas y xenófobos hacia la comunidad islámica? Lo que más se teme en Francia, es que el Frente Nacional de Marine Le Pen, partido político de extrema derecha, utilice a su favor el rencor por lo sucedido y supere su techo electoral en los próximos comicios. Sería totalmente esperable que quien comparó la ocupación ilegal de los musulmanes en el territorio nacional para rezar, con la ocupación de Francia por la Alemania Nazi, enarbole la bandera del antiislamismo y obtenga un rédito político de esto. Es que históricamente el autoritarismo y el desprecio a los musulmanes se han llevado de maravillas.

Casualidad o no, el día anterior al ataque, el escritor Éric Zemmour había presentado en Bruselas su último libro titulado “El suicidio francés”, donde narra los fracasos de la República Francesa en su política de integración de los musulmanes y observa que Francia se encamina a un modelo multiculturalista, donde los ciudadanos islámicos emigrados no absorben los hábitos y criterios de convivencia de la población local. El autor establece que en la inmigración se están diluyendo los rasgos de la sociedad republicana y propone modelos autoritarios para resolver esta situación. Esto no dista mucho de la realidad francesa, donde la islamofobia se extiende a lo largo y lo ancho de la región, pese a que allí habitan alrededor de seis millones de musulmanes, lo que convierte  al Islam es la segunda religión del país, después del catolicismo.

La olla a presión se destapó en Francia, algo que se venía caldeando desde finales de 2005, cuando en los diferentes suburbios  las revueltas de los hijos de inmigrantes magrebíes coparon las calles.  El asesinato de dos jóvenes musulmanes de origen africano en manos de la policía, dio inicio al conflicto que se recrudeció con las declaraciones del ministro de Interior Nicolas Sarkozy, quien llamó a los manifestantes iniciales “escoria”. Ahora, la muerte de 12 personas, se convierte en el combustible capaz de encender la mecha del racismo y la xenofobia generalizada contra la comunidad islámica; es que el ataque tuvo dos blancos: los periodistas asesinados y los musulmanes que viven en occidente.

Operación falsa bandera

El esquema se repite. Al igual que en el atentado a los Torres Gemelas, ocurrido el 11 de septiembre de 2011, la policía francesa encontró el documento de  identidad de Said Kouachi, uno de los acusados de atacar el semanario parisino, muy cerca de la sede de Charlie Hebdo en la misma escena del tiroteo, más precisamente en el auto utilizado en el ataque. Koauchi había sido igual de “descuidado” que quienes teóricamente cometieron el ataque en el World Trade Center, cuyos pasaportes aparecieron en perfecto estado junto a las ruinas de los edificios.

Said Kouachi jamás podrá dar su versión de los hechos, junto a su hermano, Chérif, también acusado del ataque, fueron asesinados antes de llegar a un tribunal. En un megamontaje televisivo los supuestos terroristas fueron depuestos por las fuerzas policiales a menos de un día del atentado.  Algo parecido a lo sucedido en Londres durante el 2005, después del ataque ocurrido en el subte,  cuando la policía británica mató de siete disparos al electricista brasileño Jean-Charles Menezes, al “confundirlo” con un sospechoso terrorista. Tiempo después se comprobaría que Menezes nada tenía que ver con lo ocurrido, pero  para ese entonces Menezes ya estaba muerto.

Casualidad o no, los hermanos Koauchi eran hijos de inmigrantes argelinos y Argelia es una de las heridas abiertas de la clase política francesa. La guerra de independencia de aquel país, que hasta 1962 se encontraba bajo dominio francés,  duró seis años y acabó con la vida de un millón y medio de musulmanes árabes y de muchos miles de hombres y mujeres franceses.  La relación franco-argelina quedó tensa desde aquel entonces, lo que profundizó las rivalidades entre franceses y musulmanes y dejó una herida a flor de piel dispuesta a salir en cualquier momento, acentuando el perfil racial contra árabes y africanos.

Además de esto, varias cosas no cuadran para afirmar que fue un atentado realizado por musulmanes. Como explica el periodista francés Thierry Meyssan: “(…) los miembros o simpatizantes de grupos como la Hermandad Musulmana, al-Qaeda o el Emirato Islámico no se habrían limitado a matar dibujantes ateos. Habrían comenzado por destruir los archivos de la publicación en presencia de las víctimas, como lo han hecho en la totalidad de las acciones que perpetran en el Magreb y el Levante. Para los yihadistas, lo primero es destruir los objetos que –según ellos– ofenden a Dios, antes de castigar a los enemigos de Dios”, algo que no sucedió en el semanario. 

Como si fuera poco, tampoco coincide el tipo de vestimenta usada por los atacantes, más vinculada a un comando militar que a un ataque islámico y además puede observarse que quienes disparaban sabían hacerlo y lo hacían solo cuando lo creían necesario, algo que dista mucho de un ataque arrebatado. Finalmente, para coronar una historia digna de un guión de Hollywood, en la madrugada del jueves y en condiciones bastante extrañas, se suicidó  Helric Fredou, el comisario subdirector de la Policía judicial de Limoges que trabajaba en el caso.

De esta manera y a través de esta operación,  con los supuestos terroristas muertos, como así también el responsable de la investigación, los Estados Unidos  se abren camino y logran sembrar el terror en Francia, reforzando el odio hacia los musulmanes y su esfera de influencia dentro de Europa. Otro de los victoriosos resulta Israel, quien había decidido darle la espalda a Francia después de que esta vote favorablemente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSNU) a favor del proyecto de la resolución pro-Palestina, que buscaba acabar con la ocupación israelí antes de finales de 2017. Incluso más de una teoría vincula al Mossad como el autor del ataque en venganza ante la actitud francesa.

Pelea de perros

La técnica no es nueva y proviene, como  era de suponerse, del país del norte, con apoyo estelar del MOSSAD, la CIA y la OTAN, quienes desde el desmembramiento de Yugoslavia, entre 1991 y 2003,  han llevado adelante la estrategia conocida como “pelea de perros”. Esto no es otra cosa que enfrentar a los a los mismos habitantes del país en una feroz batalla cuerpo a cuerpo, para luego bombardearlo, destruirlo y lógicamente, obtener un beneficio.  Probado anteriormente en Libia e Irak, con el objetivo de alzarse con el oro negro, algo que los vampiros del planeta codician sedientamente, ahora resulta efectivo en el corazón de la mismísima Europa.

La batalla contra el “terrorismo” que viene llevando Francia, bajo las directrices de Estados Unidos, se inició con Nicolás Sarkozy y se fortaleció con François Hollande. De hecho, el pasado 19 de septiembre, Francia bombardeó Irak  y mató a decenas de yihadistas. De esta manera, el país se convirtió en el primero en sumarse a la campaña de ataques aéreos contra el Estado Islámico solicitada por Bagdad e iniciada en agosto de 2014 por Estados Unidos. El objetivo: detener el avance de los islamistas, que controlan extensas zonas en territorio iraquí y en la vecina Siria. Los resultados: miles de personas muertas, la mayoría población civil y  entre ellos niños.

Esta intervención militar no fue gratuita para Francia,  donde la agrupación Estado Islámico  llamó a matar franceses en cualquier rincón del mundo. Pero la escalada de violencia siguió creciendo y como si fuera poco, Francia comenzó a liderar en África la lucha contra el “terrorismo” con tres mil militares desplegados en cinco países del Sahel y el Sahara.  Sangre y balas sobre la población civil africana fue el esquema que se repitió como una constante.

Ahora, como consecuencia de un supuesto atentado realizado por fanáticos islámicos toda la comunidad musulmana corre el riesgo de ser catalogada como terrorista; es que históricamente su religión ha estado asociada al fanatismo, como si no los hubiera en los otros cultos, como si no supiéramos el daño que los extremistas católicos han causado en la humanidad. 

La solidaridad internacional llegó pronto, el presidente de México, Enrique Peña Nieto, amigo incondicional de los Estados Unidos,  fue uno de los primeros en manifestarse a través de su cuenta de Twitter, donde publicó: “México condena el atentado contra el  Semanario Charlie Hebdo y expresa sus condolencias a la sociedad y al Gobierno de Francia”. Quizás Peña Nieto no sabe que en 2014, México fue el sexto país con más periodistas asesinados y que todavía los 43 normalistas continúan desaparecidos. 

Publicado en el N° 3 de Isondú. Enero de 2015
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