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jueves, 15 de enero de 2015

Vencer el olvido: la búsqueda de Clara Anahí



Por Luciana Rodriguez Sacco. - El 24 de noviembre de 1976 “La casa de los conejos”, en la ciudad de La Plata, estalló por los aires. La dictadura cívico-militar había bombardeado durante tres horas el lugar terminando con la vida de cinco personas, entre quienes estaba Diana E. Teruggi, nuera de Chicha Mariani, una de las fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo. Ese día también secuestraron a su nieta Clara Anahí, de tres meses de edad, la que incansablemente continúa buscando a sus 91 años.

El teléfono sonó, era una antigua amiga del Liceo Victor Mercante donde Chicha había sido profesora, casi susurrando le dijo que tenía noticias, le pasó una dirección y colgó; no eran tiempos para andar manteniendo largas charlas telefónicas y mucho menos de esta índole. Chicha fue hacia allá, no tenía mucho que perder: su nuera estaba muerta, su hijo era perseguido por lo militares y creía que su nieta también había sido asesinada en aquel ataque; allí se enteraría que no, que Clara Anahí había sobrevivido gracias a que su mamá la había puesto en la bañadera y cubierto con colchones. “Ahí me volvió el alma al cuerpo y ahí empecé a buscarla”, cuenta Chicha, quien ya lleva 38 años haciéndolo.

Al poco tiempo de esa esperanzadora noticia llegaría otro cimbronazo a su vida: el 1 de agosto de 1977 asesinaron a su hijo y papá de Clara Anahí, Daniel E. Mariani. El día del ataque a la casa él se había salvado por una simple casualidad del destino: estaba trabajando en la Capital Federal. Junto con Diana y otros cuatro compañeros, que murieron en el bombardeo a la casa, tenía una imprenta clandestina en la parte trasera de la misma donde imprimían el periódico “Evita Montonera”, uno de los primeros en denunciar la desaparición forzada de personas. La fachada de que allí funcionaba un criadero de conejos duraría poco y el periódico se convertiría en su sentencia de muerte.

Chicha todavía recuerda como fueron los inicios de la búsqueda, sin su nuera, sin su hijo y con su marido viviendo en Italia: “Fue buscar una aguja en un pajar, sin tener datos, con mentiras por todos lados.  Fue un infierno, yo no sé cómo mi cerebro resistió sin volverme loca durante tantos años”, cuenta pausadamente. Así, buscándola sola estuvo casi dos años, ni si quiera se había enterado de la existencia de Madres de Plaza de Mayo, estaba tan enfocada en la búsqueda de Clara Anahí que no había tiempo ni para mirar al costado. “Un día alguien me sugirió que vaya al Juzgado de Menores, entonces fui y conté lo que me pasaba. Ahí me dijeron que había otra señora que iba allí buscando su nieta”, esa mujer era Alicia Zubasnabar  De la Cuadra más conocida como Licha, con quien fundaría Abuelas de Plaza de Mayo.

Empezamos a tramar todo lo que podíamos hacer, ni comimos, ni supimos más del mundo. Quedamos que íbamos a ir a Plaza de Mayo, pero en realidad fuimos a la Plaza San Martín porque venía un enviado de Cyrus Vance por parte de Jimmy Carter, porque estaban preocupados por lo que pasaba acá con los desaparecidos. Allí iba a poner una ofrenda a San Martín y nosotras podíamos llevar testimonios sobre la desaparición de nuestros hijos y nietos”, cuenta sobre el primer acto en el que participó junto con otras abuelas, con quien pronto se pondrían de acuerdo para encontrarse a escondidas en alguna casa y comenzar a trabajar por la recuperación de sus nietos.

En un principio se llamaron Abuelas Argentinas con Nietitos Desaparecidos, pero como la gente  les decía Abuelas de Plaza de Mayo, decidieron adoptar ese nombre. “Las Madres nos dijeron de unirnos, pero dijimos que no porque era distinta la búsqueda. Nosotros teníamos que trabajar con la justicia, estar en contacto con jueces, y no nos podíamos quedar a reclamar porque no íbamos a encontrar a nadie. Lo entendieron pero tomamos el nombre, porque todos nos decían así. Ahí empezamos, crecimos, se hizo una entidad muy respetable, ajena totalmente a la política, fue el 21 de noviembre del 77”, recuerda Chicha quien hoy está apartada completamente de la institución de la que Licha y ella fueron las primeras presidentas.

Hace poco, el 22 de agosto de este año, recuperó su identidad Ana Libertad, quien voluntariamente llamó a Abuelas para hacerse los análisis. Ella es la nieta secuestrada de Licha, pero lamentablemente no pudo abrazarse con su abuela, ya que Alicia De la Cuadra murió en 2008. Chicha a sus 91 años solo sueña con abrazar a Clara Anahí a quien recuerda como una bebé con unas “enormes ganas de vivir. Saltaba, jugaba, lloraba, se reía, siempre estaba vivaz.  Perseguía todo lo que tenía anteojos, pensando que era el padre. Veía unos anteojos y creía que era el padre, nos reíamos mucho con eso”.

Inmediatamente ese recuerdo trae otro no tan feliz, es que Chicha no puede olvidarse de aquel 24 de noviembre al que ella misma define como “una herida viva que te sigue hasta la muerte” porque “lo pensás de día de noche, lo sentís en todo momento. Podés distraerte un minuto, pero siempre está con vos. Esa es la mayor crueldad que tuvieron estos militares y esta dictadura. Tramaron bien las cosas, mataron una juventud valiosa, quisieron destruir la memoria, pero no lo lograron;  y a las madres y a las abuelas nos condenaron a no saber”. Pero ella no se rindió, decidió buscar la verdad y recabando testimonios  se enteraría que a su nieta la habían sacado por la puerta del garaje, con la mano lastimada y envuelta en una manta fucsia con bordados verdes. Por eso hoy, lo primero que mira Chicha cuando alguna mujer llega creyendo ser su nieta es su mano.

Acá han venido 20 o más chicas, pensando que son Clara Anahí. Pobrecitas algunas se llevan un disgusto muy grande cuando sale que no y yo tengo que tragarme esa tremenda pena”, describe con angustia. Chicha ya no ve muy bien, así que a contraluz trata de mirar los rostros, sentir las orejas porque la de ella y las de Clara Anahí eran muy parecidas, como así también alguna cicatriz en la vacuna, porque quince días antes de desaparecer, Chicha la baño y le rozó con la toalla la vacuna, de lo que piensa debe haber quedado alguna marca.

Ellas tienen mucha confianza en lo que están contando, pero yo pongo paños fríos con la experiencia que tengo, porque es muy duro el golpe”, explica Chicha tratando de ocultar una ansiedad desbordante. Es que ella lo único que quiere es no morirse sin abrazar a su nieta.


Publicada en Isondú Diciembre.
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